EZEIZA DE NOCHE (Lanzamiento nocturno)
A principio de los años 70 del siglo pasado, el Club Argentino de Paracaidismo (CAP) pasaba un muy buen momento institucional que se reflejaba en lo deportivo.
Para esa época un grupo de paracaidistas socios del CAP recientemente formados por el club, iniciaron la tarea de organizar un salto nocturno con caída libre con la idea de adquirir experiencia en esta clase de operación y establecer un récord nacional de lanzamiento nocturno en grupo de 6 paracaidistas con apertura retardada (Clase G.2.b) según lo codifica la Federación Aeronáutica Internacional – FAI. Hasta ese momento, la República Argentina no contaba oficialmente con una marca homologada por la autoridad nacional deportiva como record nacional en esta clase de saltos.
Es así que estos paracaidistas del club, comenzaron su largo y tedioso recorrido tendiente a obtener todos los elementos necesarios para llevar adelante y con éxito este emprendimiento. Se requería personal de fiscalización de la Federación Argentina de Paracaidismo (FAP), instrumentos de seguridad como el altímetro/cronómetro con iluminación, aeronave apta, autorizaciones oficiales, establecer el lugar para el evento y tantas otras cosas que surgían a la par que se iban cumplimentando otras.
Debo reconocer que no me tocó trabajar en estas cuestiones. Más bien yo me incorporé casi a lo último y creo que fui invitado por estos muchachos, quizás para ayudarlos en algo. Sin embargo fui de la partida, y no solamente salté, sino que me designaron para apuntar el salto.
El grupo estuvo integrado por Renato BECCARI (Italiano), Gustavo PÉREZ, Armando AGOSTA, Alfredo ROSI, Carlos Alejo RUSSO, Alfredo Jesús ALBERTENGO y yo Toto GERLING.
Recurriendo a mi Libro de Lanzamientos, este salto nocturno lo llevamos a cabo el 12-MAR-1971 y lo tengo registrado con el número 709.
El lugar del lanzamiento fue en el Aeropuerto Internacional Ezeiza, y para ello utilizamos un avión marca Beechcraft modelo AT-11, cuya matrícula era LV-GEV que lo habían conseguido en el ex Aeropuerto Internacional Don Torcuato. La altura del salto fue de 4.240 metros y mi tiempo de caída libre fue de 68 segundos. En esa oportunidad utilicé un paracaídas marca Pioneer, modelo Para-Commander (MK-I) Nº 676.612 y un paracaídas de reserva también Pioneer de 24 pies de diámetro, Nº 504.060 color naranja y blanco sin modificar a maniobrable.
Al ser éste un salto fiscalizado por la Federación Argentina de Paracaidista, se tuvo que cumplir con los requisitos establecidos para su homologación como récord nacional.
Tal es así que para ello, teníamos a Antonio ROMÄN como juez a bordo del avión, quien estaba a cargo de la fiscalización de la prueba en su función de Juez Nacional FAP, y además se desempeñó como una especie de “auxiliar en oxígeno”, en tanto que en tierra, en las instalaciones del Aeropuerto Internacional Ezeiza, se encontraba el Juez Internacional (FAI) Tomás BERRIOLO, en la zona donde teníamos programado aterrizar. La idea era buena, aterrizar en el mismo lugar que despegamos...
En ese evento del Aeropuerto EZEIZA, durante las instrucciones pre lanzamiento lo conocí personalmente a Tomás. Yo sabía de él, por referencias, especialmente de Antonio ROMAN y Luis LABRIOLA, incluso quizás lo haya visto antes, pero no lo ubico previo a ese salto.
El salto
Recuerdo que en esa época y a esa hora de la noche nos desplazábamos como en nuestra casa por el Aeropuerto Internacional. No estaba todo tan restringido como es ahora, si hasta podíamos subir a las terrazas para ver desde allí los movimientos de los aviones. Eran otros tiempos.
Cargamos y aseguramos en el avión lanzador los equipos para la fiscalización que emplearía el Juez FAP Antonio ROMAN, los botellones de oxígeno que también él administraría y aproximadamente a las 23:45 horas embarcamos junto con el Juez en el avión lanzador Beechcraft AT-11 y despegamos a las 00:08 AM del día siguiente.
El piloto al mando que era el dueño del avión estaba vencido en horas de vuelo o no tenía el certificado de habilitación psicofisiológica en vigencia o algo le faltaba. Esta circunstancia le impuso que llevara otro piloto, fundamentalmente para la presentación de los documentos aeronáuticos a la autoridad de control local. Esto hizo que se retrasara notablemente el despegue.
Cuando estábamos en vuelo de ascenso, observamos que hacia el oeste, en dirección a la localidad del pueblo de Cañuelas había un frente de tormenta bastante grande. Se veía en el horizonte la iluminación a las nubes que ocasionaban las potentes descargas eléctricas.
La corrida final de nuestro vuelo de lanzamiento era justamente hacia el encuentro de esa tormenta y el abandono de máquina se llevaría a cabo varios kilómetros antes de la misma. La tormenta estaba muy lejos para perturbar el vuelo, pero el piloto no se animaba a encarar la corrida final por temor.
Volando….solos en la oscuridad
El piloto no quería sobrevolar el aeropuerto y menos en dirección al encuentro con la tormenta. Tardamos como una hora y media en hacer el vuelo hasta saltar. El abandono de máquina lo hicimos aproximadamente a las 01:45 AM. Creo que a causa de la exagerada demora en el vuelo de ascenso fuimos afectados por la hipoxia. Por lo menos a mí me afectó a pesar que durante el trayecto pude respirar algunas veces un poco de oxígeno aeronáutico que nos ofrecía Antonio ROMAN, Juez FAP y “oxigenista”...
El piloto quería aterrizar antes que llegara la tormenta; nosotros queríamos terminar el salto. En ese tire y afloje vimos con Renato BECCARI que me estaba ayudando en “la apuntada” el aeropuerto debajo nuestro. En ese momento teníamos 4.240 metros de altura.
Debido a la reticencia del piloto en avanzar hacia la tormenta, con Renato BECCARI, que estaba conmigo en la puerta del avión haciendo “la apuntada”, decidimos saltar directamente sobre la vertical de la plataforma iluminada del aeropuerto que era por donde creíamos que estábamos volando, para luego en caída libre tratar de acomodarnos lo mejor posible para producir la apertura de manera que el viento nos traiga hasta la parte iluminada del área prevista para el aterrizaje. Ja, Ja!!!
Bajo esas circunstancias y en esas condiciones avisamos a los muchachos, al juez ROMAN y saltamos...
Para cumplir correctamente con la planificación elaborada previa del salto, deberíamos haber sobrepasado el aeropuerto unos 2.000 metros de distancia con el viento en contra (en dirección a la tormenta), hacer el abandono de máquina, producir la necesaria caída libre para establecer la performance del récord y luego de la apertura, volver con el paracaídas abierto y aterrizar en la plataforma iluminada del aeropuerto.
Yo creo que por el apuro del piloto por bajar, nosotros, (Renato y yo) haber visto tan lindo el aeropuerto debajo nuestro, creyendo casi seguro estar afectados por el mal de la hipoxia y en ese lío de cosas no nos dimos cuenta que el avión estaba en actitud de ascenso.
Cuando me estabilicé y miré hacia abajo en busca de un aeropuerto iluminado, no vi. nada. Estaba todo oscuro. Todo negro. Es en ese momento que me doy cuenta que el avión no estaba volando recto y nivelado.
Cuando saltamos, después de haber volado más de 1:30 horas de noche, lo hicimos como a 5 kilómetros antes de llegar a nuestro punto de referencia y muy lejos del Aeropuerto Internacional de Ezeiza.
Aterrizamos tan lejos y desparramados que un Equipo de Búsqueda y Salvamento del aeropuerto nos vino a buscar y otros regresaron en vehículos particulares, algunos ya de día.
Luego del aterrizaje, vaya uno a saber dónde, pero seguro que no en el aeropuerto, algunos nos habíamos reunidos en lo que hoy es la Autopista Jorge Newbery en las inmediaciones del Barrio Uno de Esteban Echeverría, otros que no lograron encontrarse llegaron al aeropuerto, como dije, ya de día. Supongo que cada uno de los integrantes tendrá alguna opinión o comentario de lo que aquella noche sucedió.
La hipoxia (Es como la “heli” : “no está, pero está” )
La hipoxia es mucho más grave de noche que de día. De noche, sin provisión de oxígeno, este mal aparece a menor altura y en menor tiempo de exposición que de día. Su presencia en la actividad no es deseable por la comunidad aeronáutica y durante este salto, algunos más, otros menos estuvimos afectados por ella.
En mi caso, yo tenía experiencia en eso de los efectos de la hipoxia. En efecto, en oportunidad de realizar junto con Roberto GIORMENTTI y Carlos BUEDO un salto diurno desde 5.200 metros de altura sobre el Aeródromo de San Rafael, provincia de Mendoza (92 seg. caída libre). Este AD está ubicado a 740 metros sobre el nivel del mar. En consecuencia respirábamos aire empobrecido, en el mejor de los casos de aproximadamente 5.940 metros de altitud. Lo que previamente habíamos programado, relacionado fundamentalmente con la altura de apertura no funcionó.
En esta oportunidad, particularmente sentí caliente la frente y el cuello, me han dolido los omóplatos, perdí cierta coordinación intelectual, estuve medio eufórico pero también un poco débil, luego me vino el sueño y tuve ganas de dormir.
Si bien allá arriba, durante este salto nocturno no era muy conciente de estas reacciones, quizás por desconocimiento, o por la situación a bordo; a la vuelta del tiempo cuando fuimos a El Palomar e hicimos la prueba del test de altura en la cámara hipobárica, como parte del control y preparación para el salto de General Pico, lo pude confirmar. De eso me di cuenta después.
Creo que este fue un salto aceptablemente programado (dentro de nuestro conocimiento y escasos elementos con que contábamos) pero no del todo bién ejecutado, que sin embargo a posteriori nos sirvió de experiencia para otro salto también intento de récord, que al año siguiente hicimos con la mayoría de estos paracaidistas en el aeródromo de General Pico en La Pampa. Pero , eso es otra historia…
Lo importante es que con este salto establecimos un récord nacional, que hasta hoy no ha sido superado!
Aún hoy, hay una pregunta que he hecho y no he recibido respuesta: Por qué, siendo que la preparación de este salto tuvo su costo, los muchachos nunca me han dicho cuánto debí pagar ?.
Toto GERLING
Lic. D - 01

